El 2 de septiembre de 2011, por sexto año consecutivo, el
atribulado Japón estrenó primer ministro en la persona de Yoshihiko Noda,
ministro de Finanzas en el Gobierno del dimitido Naoto Kan, al que tomó el
testigo como jefe del Partido Democrático (Minshuto). Tercer primer ministro de
la fuerza ganadora de las históricas elecciones de 2009, Noda asume el mando en
un contexto nacional muy delicado, cuajado de problemas estructurales y
coyunturales: por un lado, el peor cuadro de deuda y déficit públicos de la
OCDE, la fortaleza excesiva del yen y la persistente deflación, tres realidades
que se confabulan contra la recuperación económica y dañan las condiciones
laborales; por el otro lado, las secuelas del catastrófico terremoto y tsunami
de marzo, con la crisis nuclear de Fukushima aún abierta, que el pueblo japonés
ha encajado con ejemplar entereza pero que se llevaron por delante a Kan. Todo
ello con un trasfondo de envejecimiento acelerado de la población y
estancamiento general, si no declive.
Aunque conservador en materia fiscal y de entrada contrario
a inflar aún más la desorbitada deuda del Estado (el 225% y subiendo), el
gobernante asume la necesidad de perseverar en las medidas de estímulo y se
resigna a subir los impuestos directos y a emitir bonos especiales para
financiar la costosísima reconstrucción de las áreas devastadas por el seísmo,
para la que ya se han presupuestado 16 billones de yenes. Otra de sus divisas,
la defensa de una subida del IVA, topa con la realidad de la recesión, que sólo
la demanda interna, y no unas exportaciones desfallecientes, puede conjurar. En
la política exterior, el mandatario nipón deberá mejorar las relaciones con
Estados Unidos, China (que ya ha superado a Japón en PIB), Rusia y Corea del
Sur, afectadas en los últimos tiempos por diversos contenciosos y
pronunciamientos.
En el terreno puramente partidista, el sobrio Noda también
pone a prueba su capacidad de liderazgo en un Minshuto que, trece años después
de su nacimiento por la fusión de una pléyade de agrupaciones de centro e
izquierda y con sólo un bienio de experiencia de gobierno, ha adquirido todos
los vicios que provocaron el hundimiento del durante medio siglo todopoderoso
Partido Liberal Democrático (Jiminto), en el que un día militaron Noda y casi
todos sus colegas, y al que ofreciéndose como alternativa laminaron en las urnas:
la fragmentación en facciones rivales, que discrepan sobre la política
económica, la sombra de la corrupción, las meteduras mediáticas de pata y las
lagunas de inconsistencia en la gestión pública. Incluso las lecturas
revisionistas de los crímenes de guerra japoneses han aflorado entre los
demócratas, de lo que el propio Noda es buen ejemplo. En un país acostumbrado
ya al baile de primeros ministros despedidos por la vía dimisionaria y con una
clase política parca en liderazgo e hipersensible a las críticas, quedan en el
aire la durabilidad del Gobierno Noda y la compleción de la legislatura en
2013.
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